viernes, 21 de febrero de 2020

LLegaron los gitanos


Historias, Mitos y Leyendas de Tuluá
Por. Juan Carlos Gomez Yances

Un sabado en la mañana, el Sajonia, uno de los barrios de los "Ricos" de Tulua, amaneció florecido y colorido, y no por los cientos de veraneras que florecen en los antejardines de las casas en algunos meses del año. Las flores y el color lo ponían y exhibían en sus trajes unas mujeres que en grupos recorrían las calles del barrio, sonrientes, ofreciendo la "Buena Ventura", la adivinación del futuro; leyendo las manos, las cartas, el tabaco, a cambio de unas monedas, unos billetes, o lo que pudieran sacar. Topamos con ellas de regreso del mercado, mi madre costeña de pura cepa, y sin pelos en la lengua, contesto a una de ellas con palabras destempladas, "No necesito que me lean Nada, para conocer mi suerte, esa, hace tiempo la conozco", cuando esta le ofreció sus servicios. Y dijo para si, lo que faltaba, Gitanas, embusteras, ladronas de niños. Yo en cambio estaba fascinado, no por el futuro, a esa edad poco me importaba, pero si por las mujeres, por su belleza y su desparpajo, viéndolas caminar sonrientes, mientras cientos de ojos las miraban a través de las ventanas. Mas demoramos en llegar a casa, que en sacar mi " Bici" y pedalear al único sitio, donde podía estar su carpa; "Las canchas del Idema".

No podía ser otro el sitio, allí entre las Bodegas del Idema y el lago " Chilicotte", un inmenso terraplén, donde se erigían tres enormes canchas de fútbol, sobre un terreno desnivelado, y donde también llegaban, los Circos, las "Ciudades de Hierro", las casetas, y lo que fuera o no tuvieran mas adonde llegar y donde jugábamos fútbol decenas de muchachos en las tardes y los fines de semana o en vacaciones diferentes partidos, al mismo tiempo, con diferentes balones, y en diferente sentido, por lo que no era extraño, que uno terminara anotando en el arco, pero con el balón que no era, para burla e hilaridad de muchos.

Ese día, el espectáculo, era otro, en un costado de las canchas, cerca al lago y la acequia, estaba la carpa, ya raída, y descolorida, por el paso de los años, busque infructuosamente los caballos, que tan famosos hacían a los Lusitanos, pero nada, estos Gitanos nacidos en Colombia, que aun conservaban costumbres nómadas, como sus milenarios antecesores, ya no usaban caballos, en su lugar, un desvencijado Austin tres patadas y un par de motos viejas hacían las veces de carruajes. Un grupo de curiosos observaban desde las vías que dan al lago y a las canchas, y desde atrás de las carrileras. Sin hacer caso a las advertencias de mi madre, me acerque a la carpa, para observar mas de cerca, solo vi un par de perros flacos dormitando sobre unos bancos de madera, y adentro unas pailas y unos utensilios enormes y brillantes, que eran trabajados por ellos, y que vendían, pues no solo vivían de los "Embustes adivinatorios", como decía mi madre. Decepcionado, salí de allí, desde adentro, sentía que era observado. Recordé la advertencia de mi madre, y decidí salir, lo que no me advirtió, fue que debía, poner cuidado donde pisaba. Los Gitanos, no son conocidos por sus buenas costumbres sanitarias y ascépticas, por lo que de allí, salí rumbo a la acequia, a lavar mis tenis untados de M..

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